Nadie puede quitarte a tu Padre Celestial que desea consolarte y bendecirte.
La Biblia dice que Moisés se sostuvo viendo al invisible, no lo veía pero lo tenía. Lo mismo sucede con nosotros. Tenemos a nuestro Padre Celestial que nos cubre y protege aunque no lo veamos.
Jesús nos rescató de la vana manera de vivir que heredamos de nuestros padres. Por más que tengamos a papá y mamá en casa, por muy buenos que sean siempre cometerán errores y sólo Dios, nuestro Padre eterno puede librarnos de tomar ese ejemplo e imitarlos en lo malo.
Jesús siempre se refirió a Dios como “Padre”, fue el primero en hacerlo. En todo el Antiguo Testamento no encontramos a nadie decirle Padre al Señor. Solamente Eliseo llamó así a Elías, pero nunca a Dios. Pero Jesús no lo llamaba “Jehová” sino “Padre” porque deseaba traer la esencia de Dios sobre nosotros. Imítalo, ten la confianza de llamarlo así y hablarle siempre, en todo momento.
Las bendiciones del Padre Celestial
La gente me critica porque soy bendecido, pero ya no me importa porque todo lo que tengo son regalos que recibo de mi Padre. Una vez me obsequiaron un anillo que ofrendé al Señor para poder tener un programa de televisión que bendijera a millones de personas. Cuando lo puse ante Su altar, Él me cuestionó porque yo sentía temor de usarlo. Me daba miedo lo que dijera la gente, sabía que iban a criticarme. Entonces el Señor, de la misma forma que me movió a milagros y sanaciones, con el mismo amor con el que me pidió que le construyera un templo, me dijo: “te apena que vean cómo te tengo”. Desde entonces no me importan las murmuraciones y estoy orgulloso de las bendiciones que recibo por dedicar mi vida a Su obra. Soy doblemente dichoso porque me enaltece como hijo y como siervo Suyo que dejó todo por el Evangelio.
Yo no perderé a mi Padre Celestial ni me sentiré mal por Sus expresiones de amor. Una persona me dijo que no tenía derecho a construir mi casa porque soy obrero del Señor, pero le repetí que tengo doble derecho, como heredero y como hijo obediente a Su mandato de hacer discípulos a las naciones. Si un siervo tuviera más derecho sobre los bienes del Padre que un hijo, me convertiría en oveja de inmediato porque me niego a perder a mi Padre, pero no es así. No retrocederé ni un centímetro.
Si no creyera que Dios es mi papá y me bendice, no estarías aquí con el gran equipo de Casa de Dios y los predicadores extranjeros, ministrando a miles de jóvenes. Con o sin padres terrenales, si naciste de nuevo, tienes un Padre Celestial que nada ni nadie puede arrebatarte. Gózate por ello y ámalo con Él lo hace. Tu Padre no te abandonará, no morirá y no se cansará de perdonarte, así como nunca se cansará de corregirte con paciencia, porque te ama.
La paternidad de Dios
Cuando recibí y acepté la paternidad de Dios, me hinqué y le pedí que me castigara cuando fuera necesario porque de lo contrario pensaría que no me ama. El Señor te tomó por hijo, tómalo tú por padre. La gente no entiende sobre la prosperidad y la bendición porque no han entendido la paternidad de Dios. Entiéndela y acéptala. Las sanas doctrinas se sustentan en conocer y entender que Él es nuestro padre.
Imagina qué delicado es proclamarlo como Padre que el mismo Jesús fue crucificado por eso. Nunca negó la paternidad de Dios y condenado como blasfemo sufrió la muerte en la cruz. Pero sabía de estaba abriendo la puerta para millones de nosotros que a partir de ese momento naceríamos como hijos y podríamos reconocerlo como Padre amado y bondadoso.
No desperdicies lo que ha costado tan caro. La paternidad de Dios es maravillosa, seca tus lágrimas, porque no estás sólo. Si lloras por no ver a tu padre terrenal, no podrás disfrutar de la felicidad que desea darte tu Padre Celestial. A Él tampoco lo ves, pero puedes sentir cómo te toma entre Sus brazos y te arrulla como a un bebé, consolándote y llenándote de paz.
Ahora promete que dejarás de lado la falsa religiosidad y te abandonarás en Sus manos, permitirás que te bendiga, guíe, provea y corrija. Ámalo. No importa cuánta falta te hagan los demás, Él siempre estará presente, junto a ti.